Por: Mariana Ordoñez
La frase “todo tiempo pasado fue mejor” siempre me ha hecho pensar en la imposibilidad que tenemos lxs adultxs de vivir el presente. Disfrutar del hoy se ha convertido paulatinamente en un privilegio: o nos lamentamos por lo que no podemos cambiar, o estamos en un estado de ansiedad progresivo por querer controlar todo lo que viene. De ahí que muchas veces decidamos quedarnos anclados a un pasado que, sin lugar a dudas, puede estar más idealizado de lo que imaginamos. Me gustaría plantear un par de preguntas abiertas: ¿Realmente todo tiempo pasado fue mejor? ¿O simplemente la nostalgia siempre ha estado de moda y, al romantizarla, no somos conscientes del peligro que lleva consigo?
La nostalgia como término nace a finales del siglo XVll, exactamente el 22 de junio de 1688 gracias a un joven de tan solo 19 años. Johannes Hofer, estudiante de medicina alsaciano, presentó su tesis en la Universidad de Basilea en donde buscaba expresar el vocablo alemán Heimweh– que podría traducirse como “dolor de casa” -y que era asimilado como un extraño comportamiento que tenían los mercenarios de la Guardia Suiza al estar lejos de sus hogares por largas temporadas hasta el punto de sentirse enfermos. Los “síntomas” desaparecían en el momento en que regresaban a casa y se reencontraban con familiares y amigxs.
Así pues, el término fue creado al unir las palabras griegas “nóstos” (regreso) y “álgos” (dolor) para definir la mezcla entre melancolía, placer y afecto al pensar o anhelar tiempos alegres del pasado. Asimismo, se describe como “la necesidad o aflicción de estar en otra parte u otra condición”.
Si lo pensamos poéticamente, la palabra y su significado tienen una fuerza indiscutible. No en vano Dua Lipa nombró su álbum del 2020 “Future Nostalgia” y series como “Stranger Things” o “Dark” alcanzaron el éxito en un abrir y cerrar de ojos. Y qué decir de la moda “Aesthetic” en donde la búsqueda insaciable por tendencias retro con toques renovados (que indiscutiblemente producen un extraño placer contemplativo) nos hacen maquillarnos, vestirnos y hasta decorar nuestros hogares al mejor estilo de “Euphoria”.
Música de los 80, el regreso de la moda dosmilera y series que muestran con una dirección de arte impecable el uso de sustancias psicoactivas, generan una mezcla entre identidad, sentido de pertenencia y curiosidad en miles de adolescentes y adultxs jóvenes. La nostalgia se ha mercantilizado a tal punto que la estética noventera “Heroin chic” (caracterizada por cuerpos extra delgados y una apariencia enfermiza) resurgió de la tumba para tener un altar dentro de miles de tendencias en la moda y las redes sociales.
Quiero dejar muy en claro que mi propósito no es satanizar la nostalgia. Claro que rescato la capacidad que tiene de motivarnos, de recordarnos también lo hermoso de cada época y la importancia de vivir los instantes pues, al fin y al cabo, se convertirán en un pasado y nosotrxs mismxs somos quienes decidimos cómo recordarlo. Pensar en la realidad que nos rodeaba antes de que seres queridxs, familiares o amigxs partieran de este plano es algo que nos reconforta, que nos llena de luz y valentía para afrontar nuestro presente. Aquí los videos, las grabaciones de voz, los objetos, las cartas y los lugares que nos llevan a ese pasado siguen teniendo el poder de regalarnos vida y la fuerza necesaria para cerrar algunas puertas, honrar, soltar y asumir nuevos comienzos.
Observar los errores y tomarlos como impulso para transformar nuestro presente es una capacidad increíblemente valiosa que tenemos como humanos. Saber y ser conscientes de que también puede estar en nuestro poder el cambio y que gracias a nuestras experiencias somos lo que somos en el ahora, es un calorcito en el pecho que nos ayuda a seguir adelante. La cosa está en que llegar a ello es algo fácil para pocos, más en un mundo tecnológico en donde podemos volver a tiempos anteriores con tan solo un clic y detenernos allí durante horas, días e incluso meses.
Y es que la psicología y distintas investigaciones han afirmado que lxs seres humanxs solemos retener en la memoria los eventos positivos durante mucho más tiempo que los eventos negativos. Esto como un mecanismo de defensa para sobrellevar situaciones dolorosas o desagradables y así poder adaptarnos a los cambios del mundo que nos rodea. Según esto, ¿qué tantos momentos de nuestras vidas ‘no tan buenos’ convertirá nuestro cerebro en momentos ‘alegres’ e incluso ‘mejores’ que el presente?
Muchxs optamos por volver hacia atrás una y otra y otra vez a manera de escape. La nostalgia excesiva nos impide vivir el presente, nos hace pensar siempre en que haber vivido en otra época solucionaría nuestros problemas; agotamos nuestra energía remembrando momentos que se desvanecen, añorando sentir de nuevo.
Recorremos caminos viejos, nos aferramos al aura de ciertos objetos e idealizamos las fotografías (incluso de personas que nos hicieron daño) porque sabemos que capturan un instante único, absolutamente irrepetible. Amamos el pasado porque, aunque nos cueste aceptarlo, nos hemos condenado a sufrir. Y así mismo muchas veces el dolor se convierte en un dulce néctar que solemos esparcir a lo largo de nuestros días para darles un sentido.
Es así como el exceso de nostalgia puede llegar a desencadenar distintas emociones en donde la angustia, el miedo al abandono y la soledad se encuentran en un cara a cara con nuestrx niñx interior heridx, que aún es vulnerable y que aún tiene la posibilidad de quebrarse fácilmente.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) dicta que el 4,7 por ciento de los colombianos sufre de depresión. Según Dinesh Bhugra, presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría, esta enfermedad fue para el año 2020 la más frecuente en el mundo posicionándose incluso arriba del cáncer y las enfermedades cardiovasculares. Asimismo, la falta de recursos y accesos viables a tratamientos junto con la estigmatización de la enfermedad son factores que inciden directamente en el aumento de cifras.
Quienes somos propensxs a tener enfermedades mentales como la depresión (ya sea por ciertas marcas genéticas de nuestrxs antepasadxs o por un simple desbalance químico en el cerebro) debemos medir cuidadosamente las dosis de nostalgia que estamos dispuestxs a consumir en nuestro día a día.
Sin lugar a dudas para estas fechas navideñas solemos revivir la nostalgia al recordar las experiencias vividas durante el año y a quienes ya no nos acompañan. A medida que pasan los días atesoramos los momentos y cada logro, por pequeño que sea, se convierte en un escalón dentro de las miles de pruebas a las que nos enfrentamos. Lo único que me queda por decir es: qué importante es ver el pasado con los ojos del amor y el perdón, pero más aún, qué importante es aprovechar el presente que nos rodea y nos llena de vida para seguir aprendiendo.