“Madre nuestra que eres la tierra, santificada sea tu fuerza, venga a nosotras tu resistencia. Hágase tu voluntad en todo universo, danos tus frutos cada día, perdona nuestras violencias y danos vida para seguir en resistencia. Por todos y por todas ellas, ni un minuto de silencio, ¡RESISTENCIA, RESISTENCIA!”
Por Alejandra Cárdenas
Gritaban al unísono cuatro mujeres alrededor de una hoguera, mientras se despojaban de su ropa. Como si fuera un ritual, Dai Vera y sus compañeras se ubicaron en círculo alrededor de una bandera de Colombia, y en el medio, una hoguera.
Nos reunimos esa tarde en torno a una “trinchera erótica” y antes de comenzar me gustaría resaltar una parte del manifiesto:
“Busque y encuentre una idea que le parezca importante decir en voz alta… Piense que las palabras cuando salen de la boca se vuelven poderosas. Escriba, lea en voz alta, disfrute, imagínese en una plaza abierta abriendo la boca con mucho miedo, las piernas temblorosas y la voz tímida. Diga, enuncie, denuncie… Manifieste la idea fuerte y clara, libérese y luego vea lo que sucede”.
Vestían pantalón negro, tenis, pero en la parte de arriba solo las cubría un sostén – lo que llamó la atención de los transeúntes – mientras gritaban aquella oración una y otra vez, cada una se quitó el brasier que cubría su pecho y lo arrojó al fuego.
“Hoy nos liberamos. Siempre en resistencia, por nuestras hermanas y por todas nuestras familias que han sido violentadas y acalladas”, gritó una de ellas al quitarse su sostén.
Pero no eran sus pezones o el tamaño de sus senos lo que llamaba la atención de los espectadores. Era su ferviente lucha y su llamado a la resistencia.
En cuestión de minutos, quienes veían aquel acto, se despojaron de sus pertenencias y las arrojaron al fuego también. Camisetas, tapabocas y hasta brasieres ardían como una muestra de empatía.
Mujeres se ahogaron en llanto al presenciar el acto y se abrazaban entre ellas. Con sus pechos al aire y junto a su público izaron la bandera al revés y comenzaron a gritar: “RESISTENCIA”.
La mujer que le puso el pecho a Colombia
Y ahí estaba Dai Vera, una artista, performer y activista de la ciudad de Medellín quien lideró el performance “Ponerle el pecho a Colombia”. Una iniciativa de activismo desnudo que surgió desde el 28A con las marchas alrededor de la reforma tributaria.
Literalmente estas mujeres decidieron poner el pecho, pero esta vez con un sentido más femenino. Alzaron la voz no solo por Colombia y la sangre que se ha derramado en los últimos años, sino por la concepción de la mujer.
El activismo desnudo cabe en muchos escenarios, como la fotografía, el teatro y la calle. Es su proyecto independiente y con este busca hablar un poco sobre la paradoja que vive Colombia.
Siendo un país rico en oro pero con sus habitantes cada día más pobres. No cesa la explotación de los recursos naturales y la mano de obra; y finalmente, el derramamiento de sangre que se vivió en las pasadas marchas (y en muchos otros escenarios).
Dai Vera es una artista que no le da miedo usar su cuerpo para hacerse escuchar, ella se expone ante su público y se libera. Pero no solo ella se libera, todas lo hacen. Al verla, es como si alguien las hubiera escuchado a lo lejos y luchara por ellas.
El activismo desnudo es una expresión que es usada en algunos casos como protesta política. Así lo hicieron varias mujeres durante el estallido social cuando desnudaron su pecho en el Parque Nacional de Bogotá.
No lo hicieron para generar morbo, lo hicieron para rechazar los actos de violencia sexual cometidos por policías durante las manifestaciones de 2021. «Mi útero fue tu primer hogar», decían algunos carteles que colgaban en sus cuerpos.
Activismo desnudo es entonces el resultado de experiencias y recoge las expresiones más espontáneas de la piel en cualquier ámbito de la escena, ya sea desnudo, modelaje artístico, burlesque, teatro erótico o performance.
Para Dai Vera el activismo desnudo no tiene definición, no puede ser definido en palabras, pues se concibe en acciones artísticas.
El aborto también es resistencia
Y hablando de resistencia, feminismo y activismo, esa tarde también conocí a Las Parceras. Un colectivo de mujeres que, aunque no desnudan su cuerpo, sí luchan por sus derechos.
Las Parceras son una red feminista de acompañamiento en aborto por medio de medicamentos.
Eliana, una de las integrantes, asegura ser una abortera de corazón y lesbiana feminista que sueña con construir un mundo diferente para las mujeres.
Al igual que sus compañeras ella lucha por otorgarle a la mujer poder sobre su cuerpo y me refiero al poder de elegir abortar.
El mensaje de estas mujeres está orientado al aborto desde una perspectiva más política feminista en donde se pretende abortar la maternidad obligatoria porque ser mujer no significa ser madre.
Pregunto: Si hipotéticamente los hombres pudieran quedar embarazados ¿cuántos abortarían? ¿sería legal?
Y aunque para muchos no es un problema de género, sino de vida, otros piensan que, si esto favoreciera a los hombres en alguna medida, es posible que fuera legal.
Eliana expone que abortar es mucho más allá que expulsar el feto, quiere decir renunciar al sistema opresor. Es otra forma de resistir.
Su fin no es tanto legalizar o no el aborto, sino empoderar a las mujeres en la lucha por la igualdad. Cambiar el discurso y generar no aborto legal, sino aborto libre y responsable. Porque cada mujer debe ser libre de elegir su propio proyecto de vida.
Un aborto seguro no significa poder hacerlo en un hospital bajo medidas de salubridad e higiene. Un aborto seguro significa poder hacerlo sin ser juzgada, señalada y estigmatizada por hombres e incluso por las mismas mujeres.
Desde su cuerpo, su discurso, su arte, todas buscan lo mismo: empoderar a la mujer y defender su derecho a la libre elección. A elegir en qué trabajan, con quién están, cómo se visten y si quieren o no ser madres.
Dai Vera lo hace desde el activismo desnudo convirtiendo su cuerpo en un slogan, sin importar que con su arte incomode a la sociedad machista.
Así es, las mujeres y también los hombres, trans, homosexuales o no binarios utilizan sus propias armas de lucha para crear no solo un cambio político o resistencia; sino para lidiar con las absurdas etiquetas a las que se enfrentan a diario en las calles.