Por: Mariana Ordoñez
Todas nos hemos cuestionado en algún momento de nuestras vidas el tamaño, forma y color de nuestras tetas. ¿Son demasiado oscuras, demasiado claras? ¿Limones o melones? ¿Lisas o arrugadas? ¿Serán adecuadas para el vestido strapless o el crop top que está de moda? ¿Está mal que se vean las estrías en el bikini que compré para el viaje que tanto tiempo llevo esperando? ¿La persona que me gusta notará por este bralette que tengo un pezón más grande que otro? Es un hecho que hoy en día las mujeres nos esforzamos cada vez más por aceptarlas tal cual son, ya sea porque existe una red de sororidad que incluye a distintas influencers, activistas, médicas y psicólogas que nos impulsan a amarlas y a reflexionar sobre la importancia de sentirnos cómodas con nuestro cuerpo, o porque simplemente tiramos la toalla y entendimos que cumplir con un canon de belleza establecido es absurdo e imposible. Pero ahí está el punto: aún sigue siendo un esfuerzo.
Barrido histórico. La moda y las tetas.
Si visualizamos una línea de tiempo (y dejamos de lado el hecho de que no soy historiadora) podemos ver cómo a través de los años la apreciación de las tetas ha mutado considerablemente. En la Edad Media las mujeres solían casarse a los catorce años de edad. Asimismo, el atractivo de sus senos se centraba en que fueran pequeños, tal y como predicó Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, en el Libro de buen amor (1330-1343) donde su discurso incluía una extensa descripción del deber ser en los rasgos femeninos: lo diminuto era sinónimo de armonía. Luego viene el Renacimiento, donde los artistas se desligaron de ciertos valores religiosos para exaltar la anatomía, belleza y naturaleza humana. Un ejemplo de esto es La Fornarina (1520), en donde el artista italiano Rafael Sanzio retrató los senos descubiertos de la modelo romana Margherita Luti, resaltando su palidez y forma de manera sensual.
Ya en el Barroco, la pomposidad y el escote se impuso como moda en los vestidos, donde el corsé levantaba el busto y resaltaba su tamaño. Posteriormente, el Romanticismo tuvo un giro importante, en donde la belleza y lo grotesco entraban en un debate constante. La naturaleza pluriforme tomó un papel predominante y los pechos se convirtieron en un acto político y de libertad como bien expuso Delacroix en su famoso óleo La libertad guiando al pueblo (1830).
Tantos cambios, tantas perspectivas, tantas formas de admirar, estudiar y analizar las tetas. Pero la vaina hasta ahora comienza…¿qué decir de la llegada del siglo XX con sus miles de transiciones e imposiciones a la hora de re-pensar el valor de las chichis?
Los años veinte con Coco Chanel y sus modelos planas y elegantes, los treintas con sus trajes de cuello alto, donde debes ocultarlas, pero a la vez está bien mostrarlas, pero sólo de manera sutil y si vistes elegante. Y pasemos a los cuarentas, donde debemos ser fieles y servir siempre a nuestros maridos, estamos en guerra, no es momento para estar mostrando las tetas, a menos que seas la Mujer Maravilla o Cat Woman, o una chica pin-up en el poster preciado de un soldado que necesita un amuleto de suerte, un motivo para llegar a casa. ¿Acaso eres una superheroína?
Pero sigamos bajando la censura, vámonos a 1950, donde tu ideal de belleza sí o sí debe ser la “rubia explosiva”, Marilyn Monroe, ahora por fin tus caderas anchas y tetas voluminosas llamarán la atención. Las podrás ver en las revistas, tendrás el impulso para verte siempre sexy. Pero ojo, de nuevo, solo para tu marido. No sea que te confundan con la chica del burdel. Y vámonos a los sesentas, los setentas, los ochentas, donde podrás usar ropa más cómoda, hasta sin brasier, pero procura verte siempre delgada, sin enfermarte, debes verte sana. Tus tetas serán un acto revolucionario, pero hasta un punto, pues los límites igual serán impuestos por los hombres, si vas a Woodstock podrás mostrarlas solo por un instante, antes que miles de manos desconocidas aprovechen el momento perfecto para tocarlas.
Y así podríamos seguir por el siglo XXl: tetas grandes y voluminosas en el porno, tetas operadas, tetas en las pancartas, tetas en tus artistas favoritas, tetas en publicidad, en moda, en música, en comida…y al final, tetas para nunca entender cómo deben lucir realmente unas buenas tetas.
Mis tetas las acepto yo
Recuerdo la primera vez que alguien habló sobre las tetas de una compañera en el colegio. Estábamos en el salón, tendríamos 12 años, cuando uno de los chicos guapos del grupo exclamó: “¡Esa vieja tiene unas tetas riquísimas!”. Al instante pensé en las mías y le pregunté: “¿Cómo así riquísimas?”, a lo que él respondió: “sí, como blanquitas, redondas, ni muy grandes ni muy pequeñas. Como suavecitas…perfectas”.
Ese día llegué del colegio a mi casa directamente a mirarme las tetas en el espejo. Eran blancas, suaves y cabían en mi mano. Pero noté que una era ligeramente más pequeña que la otra y me asusté. ¿Será que algún día alguien lo notaría? Inmediatamente comencé a imaginarme las tetas de mis amigas, pensando inocentemente si entrarían dentro de la descripción lanzada por mi compañero. Desde ese momento de mi vida comencé a cuestionarme si tanto las niñas que me rodeaban como yo, encajábamos en ese ideal de “tetas perfectas”.
A través del tiempo y cuando fui creciendo viví miles de momentos de agrado y desagrado hacia ellas. Desde querer mostrarlas en un vestido sexy para una fiesta, hasta querer esconderlas en el transmilenio o en una entrevista de trabajo para no “llamar de más la atención”. Luego de innumerables experiencias traumáticas, terapias psicológicas y muchas, pero muchas conversaciones con amigas, logré vislumbrar una pequeña luz en el camino, y entendí que mis tetas no las acepta el arte, la moda, la publicidad, mi familia o incluso mi pareja. Mis tetas las acepto yo.
Según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, en Colombia se han practicado desde el año 2020 más de 366.000 procedimientos estéticos, siendo el aumento de senos uno de los más buscados. En el 2017, el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses dictaminó que las muertes en cirugías estéticas hasta el año anterior habían sido 30, de las cuales 21 eran mujeres.
¿Cuál será la cifra hasta el día de hoy? Aún no lo sabemos. Miles de mujeres nos debatimos constantemente entre el ideal de belleza que nos impone la sociedad y la belleza multiforme, donde no debería existir un espacio de clasificación y encasillamiento. Lo que sí sabemos, es que existimos cada vez más mujeres que nos unimos a una búsqueda colectiva e individual de entender y aceptar nuestras tetas tal cual son: con sus formas, sus colores, sus texturas y sus miles de transformaciones. Y que aunque el esfuerzo de aceptarlas definitivamente no es ni será un proceso lineal, al final son solo nuestras y solo nosotras decidimos qué hacer con ellas.