Pintura Renacentista De Un Diabético

En medio de una pandemia, la vida me dijo: ¡BIENVENIDO AL RENACIMIENTO!

Por Leonel Gualteros

Dicen que cuando cumples el primer cuarto de siglo, empiezas a vivir los mejores años de tu vida. En mi caso no fue así… o sí (todavía no lo sé). A mí me llegó esta etapa con una condición de vida que aún no descifro qué vino a enseñarme pero que en medio de una pandemia me dijo: ¡BIENVENIDO AL RENACIMIENTO!

Partamos de una realidad, ¡la diabetes me cambió la vida! Después de pensar que iba a morir en la camilla 528, el destino y un Dios (en el que no creo y al que le pedí durante muchos años que me llevara al “reino de los cielos”) me dieron una segunda oportunidad y allí empezó este renacimiento; un viaje de descubrimiento personal, sexual, afectivo y social.

Para mí la diabetes fue como salir de un closet en el que estuve 25 años de mi vida. Hasta ese momento, el servidor que escribe estas palabras, se sentía inmortal, dueño del mundo e incluso, un querubín pintado por el mismísimo Miguel Ángel. ¡Hasta que me caí de esa nube con una inyección llena de insulina clavada en el estómago!

En medio de este descubrimiento, un sueño me pidió abrir la página 138 de un libro de ángeles, donde leí algo así como: “La diabetes es el reflejo de los sentimientos reprimidos de infancia” y en ese momento entendí que esta condición de vida vino a enseñarme dos cosas: la primera, ¡no podía seguir viviendo una vida que no era la mía! Y segundo, este camino es muy corto para no disfrutar cada momento, persona e instante en el que podemos sentirnos mortales.

O como el señor Alcides de la 527 que estaba acostado en su camilla, luchando contra el COVID y un infarto que casi se lo lleva. Él me enseñó que desnudos todos somos iguales, que los latidos del corazón parecen un sombrero y que muchas veces tenemos todo y solo pensamos en morir. 

Me acuerdo que el primer plato de comida de la clínica (SIN SAL, SIN AZÚCAR, SIN SABOR) que llegó a mi cama, después de 4 días sin comer, fue un manjar que los mismos dioses habían preparado para mí. Desde ese momento tomé la decisión más importante de mi vida: ¡gozar cada instante y bocado de comida que entrara a mi boca!

Me prometí ese día no cohibirme más en mi expresión de género, sexualidad, deseos carnales y banales, porque si muriera mañana: viví feliz y disfruté todo lo que quise. En este momento de la vida, el renacimiento me pintó como no binario, como un querubín loco, que consume drogas eventualmente, usa tacones, toma licor, se come los postres que se atraviecen y va en contra de lo que los médicos dicen que debe ser un diabético políticamente correcto*

Entre otras cosas, hace poco me preguntaron: ¿No te da miedo ser diabético y exponerte al COVID y demás? y mi respuesta fue: Tengo más probabilidades de morir por ser no binario, que por diabetes.

Gracias a la diabetes perdí varios amores, amigos y una parte de mí que me hacía sentir inmortal; pero también gané un fuego en el páncreas que me genera deseo de quemar el mundo, los estereotipos, las normas y me da ganas de gritar siempre: TODO LO RICO.

Si me muero mañana, me gocé todo y gracias a la diabetes me di cuenta a tiempo: ¡Que se joda la culpa!

*No lo digo con orgullo pero tampoco con culpa. Si eres diabético, no seas como yo y sigue las normas de los doctores… ¡solo que yo no nací para seguir la norma de nadie!

 

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