¿Por qué nicotina, alcohol y cafeína SÍ, y sustancias psicoactivas (o drogas) NO?. Un análisis del porqué demonizamos el consumo de sustancias psicoactivas ilegales.

“¿Usted consume alcohol o fuma cigarrillos?” “Sí tomo alcohol y no fumo cigarrillos”. “¿Consume alguna sustancia psicoactiva?” “Pensé que ya estábamos hablando de eso. Como mencioné, tomo alcohol y de vez en cuando tomo café”. El médico me mira con un poco de rabia y confusión. Para resolver la tensión adiciono: “ah ya entendí, estamos hablando de sustancias psicoactivas ilegales”.

Por: Catalina Gil Pinzón

Oficial de Programas, Programa Global de Política de Drogas de la Open Society Foundations

Ilustraciones: Harold Magnus

Estas sustancias comúnmente se conocen como “drogas” y aunque sustancias legales como el alcohol, la nicotina o la cafeína también son psicoactivas, usualmente se dejan por fuera de esta bolsa. Nos acostumbramos a convivir con su consumo, así su consumo cause igual o más daño que algunas sustancias que siguen declaradas ilegales. En cambio, tratamos como uno de los peores males de la sociedad a las que quedaron dentro de la bolsa “drogas”, como si además todas causaran el mismo efecto. 

El conjunto de las sustancias psicoactivas se consumen por diversas razones: reducir ansiedad, intensificar sensaciones emocionales, tener ausencia de fatiga o sueño, incrementar la capacidad de concentración, sentir placer, autoexplorar, crear, relajar, desinhibir, fomentar mayor empatía hacia las demás personas, o para fines ceremoniales (comunidades indígenas).

No suena mal, ¿cierto? Pero más allá de si estamos de acuerdo o no con este consumo, lo importante es tener en cuenta que no es nada nuevo. Desde siempre, el ser humano ha buscado alterar los estados de conciencia, inhibir el dolor y alterar las percepciones y el estado de ánimo. 

Lo irónico es que, a pesar de que este consumo lleva muchos más años que la misma prohibición, me atrevería a decir que es uno de los consumos más rechazados por gran parte de nuestra sociedad. Líderes políticos, medios de comunicación, comunidades religiosas, gremios económicos, agrupaciones de padres y madres, personal médico promueven y refuerzan la idea de que las personas que consumen drogas son enfermas, traficantes, sinvergüenzas, indignos, cómplices de grupo criminales, apátridas o escoria.

Nada de esto es un accidente. La llamada guerra contra las drogas ha sido muy exitosa en promover este tipo de narrativas.  Si nos devolvemos un poco más de 30 años, en Colombia ya había propagandas como la producida por el Banco Cafetero donde el mensaje principal era “la droga destruye tu cerebro. No consumas drogas. Por la dignidad del hombre”. Años después salió al aire uno de los comerciales más recordados (producido por la Dirección Nacional de Estupefacientes): “la mata que mata”. Por medio de la voz de una niña se compartió el mensaje de no traficar coca, amapola y marihuana porque son matas que matan.  Un comercial que estigmatizaba y criminalizaba a estas plantas y las comunidades que las cultivan. Comunidades que, a su vez,  han sido severamente afectadas por esta lucha contra el narcotráfico. 

Hacia principios del año 2000 desde la Presidencia se emitía un comercial cuanto menos llamativo: dos hombres están de pie en un bus. El hombre que va adelante tiene caspa en su abrigo. El hombre de atrás no aguanta y esnifa esta caspa pensando que es cocaína. El mensaje era “la cocaína es adictiva. Muy adictiva”. Y ahora, el 2021 arranca con nuevos comerciales. Algo que no sorprende, teniendo en cuenta que el actual gobierno tiene como tesis central que los cultivos de coca y el tráfico de drogas son los principales causantes de la violencia en el país.  

Hace poco lanzaron una campaña llamada “Lo que provoca la coca” que contiene varios comerciales que se transmiten por televisión y juegan con palabras relacionadas a recetas y consumo (“dosis de amor”, “tazas de indiferencia”, “porción generosa de malas compañías”, “mezcla oxidante”). Uno de estos comerciales hace referencia al proceso de producción de la cocaína. Lo llaman “la sopa tóxica” y hablan sobre la devastación del medio ambiente (algo que otras formas de exploración agrícola también producen pero al parecer no merecen un comercial) y la destrucción del país. 

El segundo comercial es sobre una familia que tiene un bebé. A medida que este va creciendo y gracias a la indiferencia y descuido de los padres, que aparecen peleando, y a la malas compañías, el adolescente termina consumiendo cocaína. El comercial cierra con “solo es cuestión de esperar para que el muchacho cambie de aspecto y en menos de nada pase de ser esto [un bebé] a esto [habitante de calle]. Hmmm quedó en su punto”. Ambos comerciales invitan a buscar otras “aterradoras recetas” en “Lo que provoca la coca”. 

¿Qué consecuencias trae que por años estemos promoviendo este tipo de comerciales y de narrativas? 

La primera es la culpa. No digas que consumes drogas. Te debería dar vergüenza. Es un tema del que no se puede hablar abiertamente porque lo más seguro es que la sociedad te va a señalar. Pero, lo que me parece peor, es que no solo se promueve un sentimiento de culpa a la persona que consume sino también a la familia. Si tu hijo fuma porro es por tu culpa. No fuiste buen padre. Por ende, consumir drogas se convierte en un tabú y hay que consumir a escondidas, en silencio. Esto también provoca una doble moral y una hipocresía en nuestra sociedad respecto al tema. 

Lo segundo es que la prohibición hace que no todas las personas puedan acceder a la información de cómo consumir de una manera responsable: ¿qué debo tener en cuenta si voy a consumir una sustancia por primera vez? ¿Puedo mezclar sustancias? ¿Si consumo y estoy baja de ánimo pasa algo? ¿Dónde puedo saber si la sustancia que compré es lo que verdaderamente compré (pureza)? ¿Qué sustancia debo consumir para conseguir el estado que estoy buscando? 

Por supuesto que hay daños asociados al consumo de sustancias psicoactivas (como pasa con otros consumos) pero en este tipo de campañas es muy común que estos daños se exageren, que no se tenga en cuenta la evidencia o que las excepciones las vuelvan denominador común. Para reducir estos daños existen las estrategias de reducción de daños: políticas, prácticas y programas, que cuentan con vasta evidencia sobre su costo efectividad y que se centran en un fuerte compromiso con los derechos humanos y la salud pública. Estrategias que los diferentes gobiernos en Colombia se han negado a financiar e implementar realmente. 

La prohibición hace que las personas estén a la merced de un mercado ilegal. Eso causa muchísimo daño y es posible que ese placer que estoy buscando no lo pueda conseguir porque es imposible acceder a la información. ¿Por qué no hacer lo mismo que se hace con el alcohol? Regular un mercado para tener mayor control del producto. Cada botella de alcohol lleva una etiqueta de “el exceso de alcohol es perjudicial para la salud”. Hay propagandas masivas con estrategias de reducción de daños para no tomar cuando se va a manejar. Sabemos que no podemos recibir tragos de extraños y que si compramos una botella debemos revisar que esté debidamente sellada. Protegemos y causamos menos daños brindando información. En algunos casos incluso sirve para salvar vidas. 

Tercero, hay una interferencia en la autonomía para tomar decisiones sobre nuestro cuerpo incluso si es para consumir una sustancia que puede traer algunos daños (ojo, daños no quiere decir muerte o destrucción de familias). Estoy segura de que la gran mayoría de personas que consumen cocaína saben lo que contiene esta sustancia. Yo tengo claro los daños que puede traer tomar alcohol y aun así lo sigo haciendo. Las personas que consumen sustancias no son personas perdidas o sin rumbo. No toda persona que ve a sus papás peleando (como la propaganda) termina consumiendo drogas. No toda persona que tiene algún problema se escuda en las drogas. No toda persona que consume termina en la calle. No toda persona que consume termina con un consumo problemático. La gran mayoría de personas en el mundo que consumen psicoactivas son funcionales. Es decir, este consumo no interfiere con sus responsabilidades laborales, sociales o familiares. Esto se vuelve difícil de entender para nosotros porque nunca nos muestran este lado.

Por último, seguimos malgastando recursos en conseguir la ilusoria meta de un mundo libre de drogas. De acuerdo al último (2020) Informe Mundial sobre las Drogas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el consumo de drogas ha ido en aumento en todo el mundo. Se estima que en el 2018 hubo al menos 269 millones de consumidores de drogas representando el 5,3% de la población. Además, menciona que la pandemia no impidió la producción, tráfico y consumo de estas sustancias. 

¿Algún día aceptaremos que estas sustancias son un producto con una demanda lo suficientemente poderosa como para no variar con prohibición alguna? ¿Algún día aceptaremos que es posible convivir, legalmente, con estas sustancias y llevar una vida funcional controlando los daños asociados a ese consumo? Es posible tener un consumo responsable. No sienta culpa por hacerlo. Más bien háblelo con sus amigos y familia. Tenemos que comenzar a derribar esa muralla que el prohibicionismo ha construido por años. Si tiene los recursos, lea al respecto. Exija que le den información precisa y veraz sobre los beneficios y posibles daños. Si no quiere hablar sobre su consumo pero quiere dejar de esconderse, promueva o vote por un cambio de nuestra actual lucha contra el narcotráfico.

 

 

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