¿Qué es el postporno?

El verdadero poder detrás de la pornografía

Por: Alejandra Cárdenas

“Así que la Caperucita Roja del cuento, después de ser violada, golpeada y humillada durante siglos, quiere asumir el papel del lobo”.

Lo escribió María Llopis en su libro ‘El postporno era eso’ y recalcó que efectivamente en el postporno todas las Caperucitas Rojas se vuelven lobos. 

Y qué mejor metáfora que esta para entender el concepto un poco ambiguo, y por supuesto, político de las prácticas postpornográficas.

Son aquellos personajes excluidos del porno los que se convirtieron en los protagonistas del postporno.

Cuando hablamos de personajes excluidos nos referimos a las mujeres, transexuales, homosexuales, personas con funcionalidades diversas, que no cumplen con las exigencias o los prototipos del porno. 

Si bien el postporno tiene influencia de la pornografía en su más puro significado, se aleja de su fin morboso y superficial, y pasa a ser un arte meramente crítico y político.

En palabras más sencillas, el postporno es una práctica política que rompe con el porno hegemónico. Hace parte de nuevas corporalidades y nuevas formas de expresión. Ya no se trata de ser lesbiana o gay, sino que abre las puertas a todas las representaciones del cuerpo humano.

Es importante aclarar en este punto que no todo el postporno lleva al acto, a veces solo consiste en una reflexión sobre la sexualidad.

Su nombre como tal nació un poco antes del 2000 por medio de activistas feministas que buscaban hacer una crítica a la pornografía. Lo hacían por medio de fotografías o imágenes pornográficas, pero cambiaban su discurso patriarcal y machista mutándolo a posturas políticas con nuevas representaciones de la sexualidad.

Pero más allá de ser una corriente artística o práctica, el postporno es una actitud contranormativa que nace en los grupos marginales para luego instalarse y estudiarse en la academia. 

A diferencia de lo que algunos puedan pensar, no está en contra de la industria porno y ni las imágenes explícitas, sino que busca retratar los cuerpos desde una mirada disidente. Allí se pueden ver cuerpos no normativos, alejados de la típica película porno.

En este orden de ideas ya no vemos a aquella mujer voluptuosa, delgada y complaciente; sino a una mujer “real” o un drag que se desnuda sin tener que recurrir al coito. 

Hablar de este movimiento, es hablar de Annie Sprinkle, una mujer que ejerció la prostitución y participó en más de 50 películas porno. Es una de las artistas más importantes en cuanto a performance y sus obras son reconocidas por explorar la sexualidad desde el feminismo.

“El porno tradicional es una receta simple, repetitiva y limitadora”, afirmó Annie Sprinkle en una de sus entrevistas. Y esta es una de las críticas que se le hace al porno, pues adopta unos prototipos de belleza que ya caducaron.

Una de sus obras más icónicas y por la que terminó arrestada fueron unas fotos en las que una mujer la penetraba con su pierna amputada. Una imagen que fue considerada obscena y hasta violenta.

Por otro lado, podemos encontrar a Erika Lust, una de las pioneras del porno femenino. En sus palabras, el porno es la educación sexual de hoy, en la era digital, y es por eso que los hombres crecen pensando que las mujeres deben satisfacerlos igual que en una película porno.

Nada más idealista y machista que eso, por esa razón, las mujeres se han empoderado de sus cuerpos y los han empezado a usar como una forma de protesta.

Una crítica política

Totalmente desnuda y a través de un condón, Carol se saca tierra de su vagina y comienza a devolverla…

D-Volver se llama su obra con la que decidió abrir la muestra de postporno en el AEFEST. Su nombre es Carol Mockridge, artista chilena, gestora cultural y productora del Festival de Artes Eróticas en Medellín.

Y para poder entender su obra quién mejor que ella para explicarla:

“Al sacarme la tierra de la vagina intentaba devolver los muertos a una tierra indígena de un pueblo llamado Mapuche, en el sur de Chile. Habla de una matanza histórica. Lo que trato de hacer es parir a los muertos y entregarlos a la tierra, abortar al Estado que ha matado tanta gente”, cuenta.

De acuerdo con Carol, la academia toma el postporno para estudiar la homosexualidad, sin embargo, es un concepto que nace desde los colectivos que lo ejercen. 

La obra de Carol es un ejemplo de que el postporno no debe definirse solo por su contenido, sino por los procesos políticos que desliga. Son estos acontecimientos los que finalmente desencadenan en estas representaciones.

Además del cine, también se puede ver representado en la performance, pintura y fotografía. Para ella no se trata de una práctica, sino de una postura política.

El Festival Excéntrico, una de las muestras que participó del AEFEST, hace a través del postporno una crítica con respecto a la pornografía, los cuerpos que se muestran, la forma en la que se implementa y se agencia. Intenta, además, explorar el placer y abrir espacios para desafiar la heteronormatividad. 

El postporno en Colombia

Decidí indagar un poco más sobre este movimiento más allá de Chile, Barcelona o Estados Unidos, en donde realmente comenzó a conocerse, y descubrí que Colombia tiene grandes artistas que vale la pena visibilizar.

Una de ellas es Nadia Granados. Su trabajo está más relacionado con la performance acerca de los cuerpos feminizados y los roles de género. Esta artista pone en escena los cuerpos socialmente aceptados dentro del porno y los enfrenta con aquellos discursos de la clase política, la iglesia y los medios de comunicación. 

A partir de su propia corporalidad intenta hablar sobre los estereotipos y la violencia de género originada desde las calles, las redes sociales y el imaginario sexual.

A través de su performance también expresa su inconformismo sobre la prohibición del aborto en Colombia, el acoso, el feminicidio y cualquier tipo de violencia que pesa sobre la mujer solo por el hecho de serlo y la historia que esto conlleva.

Tanto el feminismo como el postporno critican aquellas creencias machistas en las que el cuerpo de la mujer solo debe exhibirse para el disfrute del hombre. También busca acabar con los estereotipos ya gastados de los cuerpos que se utilizan en el porno (lo mismo de siempre). Y no menos importante, pretende hacer una crítica política, social y mediática en un mundo donde el escote de una mujer inspira los titulares.

 

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