Por: Mariana Ordoñez
Desde quienes cumplen el 24 de diciembre (y tristemente a veces sólo reciben un regalo, pero se farrean el triple que cualquier persona) hasta las famosas fiestas de 15 en donde existe toda una preparación que incluye vestido radiante, banquete, los pasos prohibidos y, como dijo Colibritany alguna vez, un ‘chambelán’- celebrar el aniversario del nacimiento es una costumbre que se remonta a miles de años y civilizaciones atrás.
Pensándolo un poco a gran escala y uniéndome a quienes observan los astros, cumplir años también significa que el sol vuelve exactamente al mismo lugar del universo en el que se situaba al momento del nacimiento. Por supuesto que es un día polémico… para algunxs incómodo, pues prefieren pasar desapercibidxs (y que ni se les ocurra hacerles una fiestecita sorpresa). Hay quienes prefieren simplemente no recordar que están envejeciendo. Para otrxs, el mejor día del año para brillar, ponerse la percha y tirar la casa por la ventana. Y bueno, no podemos dejar de lado a quienes, literalmente, les da igual: “es un día más y ya está”. En el caso que sea, se marca un nuevo ciclo y otro se cierra. Qué hermoso igual poder celebrar el simple hecho de respirar, de sentir el placer de estar vivxs.
Antes de ponerme muy trascendental o metafórica, y aprovechando que la tierra está pronta a cumplir su vuelta al sol, quisiera compartir hoy en este escrito la respuesta a algunas preguntas que he tenido últimamente: ¿De dónde nace la tradición de celebrar el cumplir años? ¿Por qué el pastel con las velas alrededor? ¿Qué significa esa vaina de romper la piñata?
El nacimiento de una tradición.
La tradición de celebrar el cumpleaños nace en realidad en el antiguo Egipto y, según las investigaciones, se remonta al año 3.000 a.C. Más que celebrar el día del nacimiento, se celebraba la fecha en que un faraón era coronado por medio de un ritual de protección. Más adelante, los griegos tomaron la tradición y declararon, asimismo, día feriado cuando fuera el cumpleaños de algún gobernante. Al llegar el cristianismo, esta celebración era considerada ‘pagana’, tanto así que fue prohibida, juzgada y desaprobada por la iglesia. Sin embargo, fue aceptada por allá en el siglo lV cuando el papa Julio l estableció la Navidad el 25 de diciembre como el nacimiento de Jesús. Así fue que cada vez más familias comenzaron a celebrar el día del nacimiento; primero (y según la historia) solo en los hombres adultos y fue a partir del siglo Xll que se incluyó a mujeres y niñxs.
El pastel con velas es todo un ritual.
El pastel como símbolo representativo del cumpleaños nos ha acompañado a muchxs desde la celebración número 1 de nuestra vida. Pasteles decorados con los personajes de nuestro programa favorito, pasteles de chocolate, de vainilla, tres leches, pasteles para diabéticxs, pasteles veganxs, pasteles tiesos, pasteles dulces y suaves, pasteles petrificadxs con sabor a nevera.
Sea como sea, negar una rebanada de pastel es como negar a la mamá. Y es que este manjar de dioses es el símbolo principal de un ritual: no por nada lo situamos en el centro de la mesa para cantar alrededor de él, escribimos el nombre y lo decoramos con los colores favoritos de la persona, e incluso le clavamos velas proporcionales al número de años en cuestión. Desde el canto al unísono hasta el pedir un deseo antes de soplar la vela (y no poder contarlo porque si no, no se cumple) o el clásico pastelazo en la cara, este momento se convierte en un instante único e irrepetible, en el que toda la atención de lxs presentes se posa sobre una sola persona, creando un espacio dedicado exclusivamente a celebrar el acto de la vida misma. Pero…¿de dónde viene esta costumbre?
Una vez más: la Antigua Grecia. En los primeros tiempos del pastel, lxs griegxs hacían la preparación con una mezla de miel y harina. Se dice que en algún momento lo decoraban con flores y, por supuesto, con velas que se encendían en honor a la diosa Artemisa. La celebración se daba a cabo el sexto día del mes. Asimismo, poco a poco la tradición se llevó para celebrar a los nobles, los héroes y la aristocracia. Tiempo después se extendió a Alemania con su Kinderfeste (festival de lxs niñxs) en donde las velas del pastel se queaban prendidas las 24 horas del día y representaban la luz que acompaña a los seres humanxs a lo largo de la vida.
La piñata como símbolo de evangelización.
Según Marco Polo, el origen de la piñata viene de China y sus celebraciones de año nuevo. Las formas eran representaciones de animales y todas sus características como el color, el tamaño y los materiales se sumaban a una simbología para atraer grandes augurios junto a un buen clima para las cosechas. Ya luego la tradición pasó por Italia, y llegó a México en donde los frailes las utilizaban como elemento de evangelización dentro de las misas de aguinaldo días antes de la Navidad.
Es así como distintas investigaciones marcan que los siete picos representaban los pecados capitales: la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Según diferentes narrativas, los colores llamativos simbolizaban la tentación que se sumergía en la cotidianidad de lxs seres humanxs. A su vez, la benda para tapar los ojos era un recorderis frente a la ‘fe ciega’, el palo para romper la piñata representaba la fuerza de voluntad que destruía los pecados y los dulces y los juguetes eran en sí mismos el premio al llegar al reino de los cielos, la recompensa de una lucha continua.
La celebración como un acto revolucionario.
Hace pocos días se disparó en Occidente una noticia que muchxs desconocíamos. Resulta que tanto en Corea del Sur como en Taiwán, el sistema que cuenta los años de las personas es diferente al de todo el mundo. ¡Todxs lxs surcoreanxs cumplen años el mismo día! Sí, así como lo leen. Esto quiere decir que un recién nacidx en Año Nuevo cumple dos años apenas llega la medianoche. Se dice que los orígenes de este sistema se remontan a distintas creencias que afirman el hecho de que el tiempo pasado en el útero también debería contarse. Sin embargo, debido a distintas fallas administrativas y complicaciones en las prestaciones sociales y los servicios médicos (junto a costos socioeconómicos innecesarios) a partir del 2023 el sistema será igual al de todo el mundo.
Pensando en esto, llegué a la siguiente conclusión. La celebración también es un acto político y revolucionario: sobrellevar el paso del tiempo, los problemas, los cambios, la sociedad y seguir de pie a pesar de miles de circunstancias adversas siempre debería ser motivo de celebración. Un año más de vida significa mucho más que acercarse a la vejez. Significa que aún (y muchas veces, sin saber siquiera cómo) seguimos luchando día a día por mantenernos aquí. Seguimos superando los obstáculos. Y no lo digo desde un lado triste o nostálgico, lo digo desde una admiración hacia el milagro de la vida, desde un entendimiento de la cotidianidad en la que todxs nos vemos inmersos.