Oda a la tristeza

 

Tristeza

Hace poco mientras leía el libro de mi amigo Manuel Carreño, “Por culpa de los Ramones”, una narración personal y casi que autobiográfica que repasa sus encuentros con la música, descubrí una de sus definiciones más bonitas, dura pero real: la de la nostalgia.

Manuel dice que, palabras más palabras menos, la nostalgia es ese sentimiento de tristeza por aquellas cosas, momentos o personas que ya no volverán, y no puedo estar más de acuerdo. La nostalgia es un sentimiento peligroso. Para muchos, todo tiempo pasado fue mejor y viven de la nostalgia, anclados en ella mientras el presente pasa, y así les funciona la vida, la disfrutan. Para otros, la nostalgia es un sentimiento negativo, que no deja avanzar, que nos estanca y que desconoce los beneficios de lo novedoso, de lo desconocido, de lo nuevo.

Pero no voy a hablar de la nostalgia (tal vez después, porque me gusta pero a la vez la detesto), voy a hablar de la tristeza, de la tristeza como sentimiento necesario, inevitable, cotidiano, mordaz y esperanzador.Yo creo que no hay días en los que no sienta tristeza, así sea en un nivel muy mínimo. Y sobre todo pasa cuando recuerdo, es decir, cuando evoco la nostalgia. Recuerdo mi niñez con algo de tristeza, pero no porque la haya pasado mal, al contrario, la pasé tan bien que la extraño y por eso, tal vez, me sienta triste. 

Recuerdo la vida que se fue, en donde fui feliz, y me siento triste. Y lo entiendo, lo acepto, comprendo que así son las cosas y que la vida hoy es diferente, ni mejor ni peor, solo diferente, pero cuando pienso en eso, me dan ganas de llorar. No, no es todo el tiempo ni con todos los recuerdos, pero sí con unos muy marcados, como la separación de mis papás (hace poco, muy poco).

La vida hoy no es mala, y tampoco me quejo. A pesar de todo lo que pasa allá afuera (y aquí adentro), soy afortunado. Soy feliz, a veces. Pero no lo podría ser si no me sintiera triste. La tristeza es un sentimiento necesario pues nos pone en lugares vulnerables en donde reconocemos quiénes somos en realidad. Puede sacar desde nuestros más profundos demonios hasta las emociones más puras, reales, transparentes y honestas.

Estar triste: no todo es malo

Tocar fondo cuando se está triste es tener la posibilidad de volver a flote, de salir de nuevo, de “renacer”, así el término esté bien manoseado. Pero no nos detengamos en el tiempo porque es un factor del cual no tendremos control. Las tristezas pasajeras (tal vez) son más gestionables que las más perdurables, esas que van carcomiendo el alma, y de las cuales parece no haber salida. Hablemos del sentimiento más no del tiempo que este dura en nosotros…

Generalmente (y me ha pasado), una gran tristeza, profunda y dolorosa, es la que me ha hecho tocar fondo, y cuando digo tocar fondo me refiero desde pintarme el pelo de 6 colores hasta tener comportamientos autodestructivos. En otras ocasiones, más tranquilas, las tristezas fugaces me han hecho replantearme cosas, me han hecho moverme y aunque me han herido, he sanado rápido.

En cualquiera de los casos he podido gestionar las emociones (afortunadamente). Cuando no es la terapia, son los amigxs (que también son terapia). Cuando no es el trabajo, es la familia. Cuando no es el rompimiento de la rutina, es la música. Siempre, de lo micro a lo macro, hay salvavidas o cuerdas de las cuales nos agarramos para subir a la superficie.

Y no les voy a negar, estar en la oscuridad a veces es bien seductor, es un lugar tenebroso al cual nos podemos adaptar rápido, y donde tal vez podamos sentirnos agusto, pero no es un buen lugar para estar siempre, hay que salir, no es real.

Hay algo que tengo muy claro y es que la tristeza es pasajera, es transitoria, por más de que estemos ahí un buen rato, años inclusive, en algún momento nos va a dejar o nosotros a ella, pero ya no estará. Pero eso sí, volverá, nos encontrará, puede que en el mejor momento pues su función es esa, decirnos que no todo puede estar inclinado a un lado de la balanza y que debemos saber pararnos al otro lado.

Una tusa, una ruptura familiar, una añoranza de lo que ya fue, un quiebre profesional, una meta incumplida, un periodo de incertidumbre (pandémico), un duelo, un cambio de planes o de vida, o simplemente un bajonazo químico… Hay muchas cosas que nos causan tristeza, cosas que irán y vendrán, unas más fuertes que otras, pero al final, todas hacen parte de esto, de vivir, y jamás nada será tan grave para dejar de hacerlo porque uno, somos seres microscópicos; y dos, todo viene y todo va.

Le agradezco a la tristeza, no por llevarme a la oscuridad, sino por mostrarme la luz desde lejos. Y me cansé de luchar contra ella porque entendí que hace parte de mí. Seguramente volverá y aquí estaré para ella, más viejo, más tranquilo, más vulnerable, pero sobre todo, más real.

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